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El papel de la Inversión Extranjera Directa en México y su vínculo con el crecimiento económico


De acuerdo con el último reporte emitido por la Secretaría de Economía (SE), durante el primer trimestre de 2018, México logró captar un total de 9,502 millones de dólares por concepto de Inversión Extranjera Directa (en adelante, IED), cifra que permitió alcanzar un acumulado del orden de 181,793 millones de dólares en lo que va de este sexenio.


Sin embargo, de acuerdo con el Índice de Confianza de la IED aplicado por la Consultora AT Kearney, por tercer año consecutivo México no consiguió ingresar al top 10 de los países con mayor atractivo para invertir (véase gráfica 1). Esto se explica en buena medida por dos riesgos detectados en la evaluación: i) la incertidumbre derivada de la renegociación del TLCAN y ii) los resultados de la próxima elección presidencial en México. Por otra parte, el país mantiene la posición 17 (respecto a 2017) como resultado de las medidas gubernamentales adoptadas para mejorar el entorno de inversión, tales como la elevación de los controles de precios del combustible y la privatización del sector de hidrocarburos.



Bajo este escenario conviene analizar la importancia que la IED tiene en términos macroeconómicos para cualquier país. Dentro de la literatura económica, existen varias propuestas que establecen un vínculo entre a la Inversión Extranjera Directa (en adelante, IED) y el crecimiento económico. Particularmente, autores como Love y Lage-Hidalgo (2000) y Blomstrom y Persson (1983) consideran a la IED como un factor explicativo sobre el proceso de crecimiento en el sentido que permiten la generación de nuevos empleos, el aumento de la productividad; además de facilitar la transferencia de tecnología, favorecer la capacidad de la planta productiva y las buenas prácticas de gestión operativa empresarial. Al respecto, Romero (2012) señala que las primeras investigaciones relacionas con la IED concluyeron que ésta era capaz de generar externalidades positivas sobre las economías receptoras. No obstante, investigaciones más recientes cuestionan estos resultados, ya que sugieren que los efectos secundarios positivos son menores a los esperados, además de destacar el hecho de que la IED puede generar externalidades negativas y que ciertos factores estructurales pueden profundizar o neutralizar el desarrollo de éstas.


En el caso de México, los hechos estilizados muestran que, desde la puesta en marcha del proceso de liberalización comercial, uno de los objetivos primordiales de esta estrategia ha consistido en la captación de la IED, primero, relajando las restricciones a su entrada al país y, posteriormente, reglamentándola a través de la Ley de Inversión Extranjera, con resultados un tanto dispares conforme a distintos estudios. De acuerdo con una investigación de Contreras (2017), si bien la IED genera un efecto inmediato sobre el PIB nacional, su efecto se diluye gradualmente, lo que implica que los flujos de capital que ingresan al país, si bien en un principio generan efectos positivos sobre la economía nacional, posteriormente, suelen concentrarse en determinadas actividades productivas, por lo que el efecto de arrastre en el resto de los sectores productivos resulta insuficiente.


Al analizar la evolución de la IED a partir del 2000, año que marca el inicio de los gobiernos de alternancia en México, ésta ha sido de altibajos, aunque con una ligera tendencia ascendente (véase gráfica 2). Este comportamiento dispar se explica, en buena medida, por una alta dependencia del sector externo que vuelve a la economía local más susceptible a las turbulencias en los mercados internacionales. Algunos ejemplos de esto lo constituyen los efectos de la crisis financiera en 2008, que tuvo lugar en Estados Unidos y que se extendió más allá de los países desarrollados, afectando a las regiones en desarrollo, como el caso de México, que experimentó una contracción en términos de la IED en 38 por ciento de 2008 a 2009. También destacan los cambios ocurridos al interior de la IED, donde se observa que durante el último trimestre de 2017 tuvo lugar una importante recomposición respecto al mismo período en 2016 (véase gráfica 3). Por un lado, la reinversión de utilidades experimentó una fuerte caída del orden de 260.1 millones, lo que equivale a un decrecimiento del 787.5 por ciento respecto al monto alcanzado el año anterior (37.8 millones de dólares). Un comportamiento de este tipo puede asociarse, de acuerdo al manual de Balanza de pagos del FMI, con pérdidas de las empresas durante la operación del período o bien, con la decisión de éstas de pagar dividendos por un monto mayor que la utilidad generada en el periodo. En lo que respecta a las nuevas inversiones, éstas redujeron su tasa de crecimiento en 40 por ciento para el mismo período de análisis, lo que se puede explicar por decisiones como la de la automotriz Ford respecto a la cancelación de una inversión por 1,600 millones de dólares para el estado de San Luis de Potosí, donde tenía previsto construir una nueva planta de montaje de vehículos, debido a las constantes amenazas proteccionistas de Trump. En cuanto a las cuentas entre compañías, se registró un crecimiento de 38 por ciento durante el período de estudio, lo que explica ya sea por la realización de préstamos de las matrices residentes en el exterior a sus filiales en México o bien, por el aumento de importaciones de activos fijos por parte de las empresas.



A estas condiciones, habría que añadir las problemáticas de carácter interno, tales como la inseguridad y la reducción del gasto público federal, lo que provoca que los empresarios extranjeros consideren riesgoso llevar a cabo proyectos de inversión tanto a nivel nacional como estatal.


Asimismo, la orientación del modelo económico vigente ha provocado que ciertos sectores productivos de la economía, como las manufacturas, concentren gran parte de la IED recibida, tal y como se puede observar en la gráfica 4, donde el sector manufacturero, definido como parte del sector industrial, captó 17, 311.3 millones de dólares por concepto de IED respecto del total de flujos que ingresaron en 2016 (29,755.12 millones), es decir, el 58.1 por ciento, seguido por el sector servicios con 28 por ciento. En 2017, a pesar del descenso en los flujos de IED ingresados al país y en el sector manufacturero, éste acaparó el 45 por ciento, mientras que el sector servicios aumentó su participación hasta 37 por ciento respecto del total.



A pesar del gran dinamismo manufacturero, los resultados no han sido los esperados, en gran parte, porque no se fomentó la producción nacional de insumos intermedios, sino que por el contrario, éstos han aumentado su participación respecto del volumen total de importaciones al pasar de 75 por ciento en 2001 a 76.5 por ciento en 2017, dejando atrás, inclusive, a las importaciones de bienes de consumo, tal y como observa en la gráfica 5.


A manera de reflexión, la escasa integración entre los sectores productivos de la economía nacional, además del hecho de que la IED se concentre en el sector manufacturero, provoca que el modelo de economía abierta vigente muestre importantes lagunas en términos de la creación de mecanismos que coadyuven a la consecución del crecimiento económico a partir de un sector exportador bien desarrollado, tal y como lo propone Bulmer-Thomas (2000). Puntualmente, algunos de estos mecanismos consisten en: i) la transferencia, desde el sector exportador hacia el no exportador, de una parte del capital foráneo, ii) la canalización de recursos financieros e innovaciones tecnológicas hacia la infraestructura productiva de la economía local, de tal manera que esto permita que el mercado laboral obtenga un mayor desarrollo al aumentar tanto el empleo como los salarios, lo que a su vez constituye un factor clave para la consolidación y crecimiento del mercado interno.


Fuentes de consulta:


a) ATKearney. Global Business Policy Council (2018). Investing a Localized World.


b) Blomström, M., y Persson (1983). “Foreign Investment and Spillover Efficiency in an Underdeveloped Economy: Evidence from the Mexican Manufacturing Industry”, World Development, num. 11, pp. 493-501.


c) Bulmer-Thomas, V. (2000). La historia económica de América Latina desde la independencia, Fondo de Cultura Económica, México.


d) Contreras, I. (2017). Impacto del sector exportador manufacturero, los flujos de capital y el tipo de cambio sobre el proceso de crecimiento económico nacional, 1993-2014. (tesis doctoral), UAM-Azcapotzalco, Ciudad de México.


e) Fondo Monetario Internacional (2009), Manual de Balanza de Pagos y Posición de Inversión Internacional, sexta edición.


f) Love J. H. y F. Lage-Hidalgo (2000). “Analysing the Determinants of US Direct Investment in Mexico”, Applied Economics, vol. 32, num. 10, pp. 1259-1267.


g) Romero, J. (2012). "Inversión extranjera directa y crecimiento económico en México, 1940-2011". En Investigación económica, vol. LXXI, 282, octubre-diciembre de 2012, pp. 109-147.


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