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Efectos del COVID-19 en la economía mexicana



Durante el año pasado la actividad económica en México experimentó una fuerte contracción aproximadamente de 8.5 por ciento, cifra superior a la caída registrada en 2009 (del orden de 5.2 por ciento) debido a la crisis hipotecaria subprime generada por la desconfianza crediticia que inició en los mercados financieros estadounidenses en 2008. No obstante, a diferencia de esta última, la crisis actual es singular tanto por su origen como por sus características alcances y efectos adversos crecientes no sólo hacia la esfera de lo económico, sino también de lo social, político y cultural.


Los efectos directos de la pandemia por COVID-19 sobre la economía mexicana pueden estimarse mediante el Índice General de la Actividad Económica (IGAE), que suministra información oportuna sobre la evolución mensual del sector real de la economía, tomando como punto de referencia el 27 de febrero de 2020, fecha en que se registró el primer caso positivo para SARS-CoV-2, así como el subsecuente aumento exponencial en cuanto al número de contagios (19,224 casos confirmados) y defunciones (1,859) hacia finales de abril (Suárez et al, 2020).


De acuerdo con la gráfica 1, la actividad económica descendió en 20 por ciento en abril del año pasado y, para el mes de mayo, profundizó su caída hasta 22.5 por ciento debido al cierre temporal de un gran número de establecimientos manufactureros y de servicios como resultado de la decisión del gobierno federal de suspender las actividades de carácter no esencial en el marco de la jornada nacional de sana distancia. Empero, a partir de junio, la economía comenzó a mostrar signos graduales de recuperación como consecuencia de la reapertura gradual de sectores con actividades esenciales tales como construcción y la industria automotriz (Esquivel, 2020).



En cuanto al empleo formal se refiere, éste se ha visto severamente afectado: tomando en cuenta el número de trabajadores asegurados al IMSS, entre marzo y junio de 2020 se perdieron 1,024,096 empleos formales, siendo los meses de abril y mayo donde se acumuló la mayor pérdida (840,988 empleos) como resultado, principalmente, de la suspensión de las actividades económicas y las medidas de distanciamiento social. No obstante, a pesar de la recuperación progresiva que se registró en los meses posteriores, hacia diciembre los empleos formales se redujeron en 1.5 por ciento, cifra equivalente a 299,030 fuentes de trabajo (véase gráfica 2).



De lado de la demanda, un indicador importante es el índice de confianza del consumidor, ya que éste ofrece indicios acerca de la percepción de los consumidores sobre la situación económica actual y futura. Al respecto, la gráfica 3 muestra que la confianza del consumidor registró una caída importante de 23.4 por ciento en abril de 2020 debido al endurecimiento de las medidas de confinamiento obligatorio para quienes no participaban de las actividades económicas esenciales. Esto trajo consigo una disminución sensible en el consumo privado de los hogares, que representa aproximadamente el 60 por ciento del PIB. A pesar de que en los meses posteriores se percibe una franca recuperación en las expectativas de las familias, luego de la propuesta de reanudación de actividades bajo la nueva normalidad y la reapertura de ciertas actividades económicas, este indicador registró una caída del 2 por ciento hacia finales de 2020.



Asimismo, el índice de confianza del consumidor muestra qué tan favorable resulta la compra de bienes de consumo duradero en el presente. En tal sentido, el consumo privado de bienes duraderos nacionales se contrajo 48 por ciento en abril y, para mayo, cayó hasta 50 por ciento. En cuanto a los bienes no durables, definidos como parte del consumo privado, estos cayeron 5.5 por ciento en abril y 8.6 por ciento en mayo. Por su parte, los gastos en servicios registraron una caída del 23.4 por ciento en mayo. De acuerdo con la gráfica 4, se puede afirmar que, hacia finales de 2020, tuvo lugar una mayor propensión al consumo de bienes no duraderos (alimentos, ropa, entre otros) en detrimento del consumo de bienes durables (viviendas, automóviles, electrodomésticos, etc.), lo cual supone que los hogares han dado prioridad a la satisfacción de sus necesidades básicas debido a la reducción de sus ingresos por los efectos de la pandemia de COVID-19.



Actualmente, las posibilidades de recuperación de la economía mexicana en 2021 pueden ser analizadas desde dos perspectivas diferentes. A nivel internacional, el crecimiento vertiginoso de las remesas procedentes de Estados Unidos, que alcanzaron la cifra de 40,606.6 millones de dólares de enero a diciembre de 2020 (BANXICO, 2021) como resultado de los apoyos gubernamentales del gobierno estadounidense, así como las externalidades generadas por la probable reorganización de las Cadenas Globales de Valor (CGV), a consecuencia de la pandemia, bajo la modalidad de una relocalización de los procesos tecnológicos o de negocios en países cercanos, en el marco del T-MEC, brindan opciones reales para una mejora en términos económicos. Por otro lado, a nivel doméstico, la pérdida masiva de empleos formales, la ralentización de la actividad económica, medida a través del IGAE, así como la incipiente estrategia nacional de vacunación proyecta un escenario de mejoría parsimonioso.


Fuentes de consulta:


a) BANXICO (2021), en Sistemas de Información Económica (SIE). Fecha de consulta: 17 febrero 2021. Recuperado de: https://www.banxico.org.mx/SieInternet/


b) Esquivel, G. (2020). "Los impactos económicos de la pandemia en México", Economía UNAM, vol. 17, núm. 51, pp. 28-44. DOI: https://doi.org/10.22201/fe.24488143e.2020.51.543


c) Suárez, V., Suárez, M., Oros, S., y Ronquillo, E. (2020). "Epidemiología de COVID-19 en México: del 27 de febrero al 30 de abril de 2020", Revista Clínica Española, vol. 220, núm. 8, pp. 463-471. DOI: https://doi.org/10.1016/j.rce.2020.05.007



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